Hace mucho tiempo ya, cuando vivía en París, un día decidí ir a dar una vuelta para tomar un poco el aire.
Llegué hasta el parque de al lado de mi casa, y allí vi a un niño, con una mirada horrible, no era exactamente una mirada triste, era una mirada inquieta, sin paz. El caso es que nunca había visto una mirada tan extraña.
Era un niño de más o menos ocho años, tenia una cara blanca como la nieve, parecía enfermo, y aunque tenía unos ojos preciosos de color azulado, me asombró mucho la mirada inquietante que me lanzó cuando le miré, escondía su pelo bajo una boina negra, pero se podía apreciar que lo tenía negro y corto. Sobre su ropa no hay mucho que decir, ya que tan sólo llevaba unos pesqueros y una camiseta, de los cuales no se distinguía el color de lo sucio que iba el pobre niño.
Me volvió a mirar y esta vez no fue una mirada como la primera, fue una mirada de pena, como si me quisiera pedir ayuda para algo. Fue tal mi deseo de saber el misterio que se escondía tras esa mirada, que me acerqué a hablar con él:
-¿Perdona, cómo te llamas?
Me miró con esperanza y contestó a mi pregunta:
-Me llamo Françoise, ¿y tú?
-Me llamo Lucía.
Un silencio invadió mi pensamiento, no sabía que decirle, giré la cabeza, para disimular un poco, y de pronto, cuando me volví a girar para mirarlo de nuevo, ya no estaba, se había esfumado, no estaba delante mía, pero tampoco estaba ni en el parque ni por los alrededores. Me extrañé mucho, y le busqué, pero no obtuve la respuesta que yo deseaba en ese momento. No tenía nada más que hacer en ese bonito parque, así que seguí mi camino hacia casa.
No me lo podía creer, el niño estaba en el portal de la finca donde vivía, me volvió a mirar y me dijo:
-Has tardado un poquito Lucía, te he estado esperando durante veinte minutos.
-Françoise, ¿cómo sabes dónde vivo?- pregunté asustada
-Me lo digiste en el parque, y también me digiste que me invitabas a tu casa a tomar unos pasteles, ¿no lo recuerdas?
-La verdad es que no me acuerdo de haber dicho todo eso, pero en fin, subamos a mi casa, te encantará.- dije confusa
-Espera un momento, ¿no te acuerdas? Hemos estado hablando durante bastante tiempo, sobre muchas cosas, me has contado que estás aquí estudiando, y esas cosas, de verdad que no lo recuerdas?
-Es verdad! Ya lo recuerdo! Subamos
La verdad es que no recordaba nada de eso, pero le dejé subir, porque , parecía hambriento el pobre niño, y pensé que me estaba engañando para comer algo.
Le enseñé mi casa, y le gustó mucho:
-Me encanta tu casa, no se porque no te gusta...
-Bueno, cambiemos de tema, no tengo pasteles, pero tengo unas galleta para chuparse los dedos!
-Está bien! Me encantan las galletas!
Se comió todas las galletas, y cuando ya estaba bien lleno, me dijo:
-Debo decirte una cosa, sé lo que piensas de mi, y tienes razón, voy vestido como un pordiosero y tengo una mirada horrible.
-¿Perdón? No entiendo. Yo no pienso esto
-Eres la persona que he estado esperando durante muchísimo siglos, sabes? Tengo trescientos cincuenta años, y durante todo ese tiempo te he estado esperando
-¿Qué dices Françoise?
-Pues eso. Verás, hace trescientos cincuenta años, un brujo ruso me echó una maldición, y me dijo, que hasta que no apareciera una hermosa joven, como tú, la maldición permanecería sobre mí.
-¿Y qué maldición es esa? ¿Que tengo que ver yo en todo esto?
-La maldición consiste, en que yo puedo escuchar todos los pensamientos de toda la gente que hay cerca de mí, el problema es que los oigo todos a la vez. Tú eres descendiente del malvado hechicero que me condenó a estar sometido a esta maldición, y la única salida que tengo es extraerte el crazón.
Soy inmortal, ¿sabes? Sólo hay una forma de que yo muera, y es, para mí, la más dolorosa del mundo.
-Te estás volviendo loco, debe haber otra solución, no me tocarás un pelo, ni a mi, ni a nadie de mi familia
-No, no estoy loco, la maldición perdurará sobre mí si no te quito el corazón. Debo matar a la más hermosa de la familia durante el momento, y esa eres tú. Sabes por que mi mirada es tan inquietante? es porque estoy atormentado por los pensamientos de la gente, soy infeliz,y lo seré para siempre si no te mato.
Salí corriendo, pero cuando ya estaba abajo, le encontré ahí, era imposible escapar de ese pobre diablo.
Aun así seguí corriendo, corrí hacia el tren y entré en la estación.
Cogí el tren hacia Lion,el lugar de residencia de mi madre, y el antiguamente mío.
En el tren parecía que lo había perdido, no le veía por ningún sitio, pero mi antiguo yo, no sabía lo que se avecinaba.
Cuando llegué fui a ver a mi madre, estaba muerta, sobre el suelo, bañándose en un charco de su propia sangre, la había matado el niño, era el diablo en persona, en ese momento sólo se me pasó por la cabeza una cosa: matarlo, hacerle sufrir hasta el fin, hasta la muerte.
Le vi a través de las ventanas de mi casa, entonces, salí a por él, después de una larga batallas, lo cogí, cuando le tuve entre mis brazos, coloqué mis dedos sobre sus preciosos y malvados ojos, y se los hundí, se derrumbó, entonces aproveché para darle patadas hasta cansarme, no moría, era imposible matar a esa cosa.
Se me ocurrió una manera de matarlo, fui a la cocina a por un cuchillo, y con el cuchillo le corté la cabeza, y luego después de una dura lucha por la vida, le pinché un ojo y se lo saqué del sitio, luego hice lo mismo con el otro ojo, y su inquietante mirada, desapareció. Su pequeño cuerpecillo se hizo polvo, y se esfumó con el viento peninsular.
El maldito niño todavía sigue en mi vida, es un alma en pena que vaga por mi casa, me atormenta, diciéndome que le he matado y que he arruinado a mi familia, que mi familia se ha quedado sin honor por mi culpa, pero, tengo la esperanza, de que cuando llegue el fin de mis días, que espero que mucho falte, me deje de atormentar y me conceda el único deseo que tengo, el cual es, descansar en paz.